15 de noviembre de 2014

A destiempo

El corazón latía rápido. Los rostros de la gente no importaban demasiado, ni siquiera ir parada con la mochila a cuestas. Cuando uno tiene que regresar  a casa y lo espera un micro que en treinta minutos partirá hacia destino el tiempo cobra fuerza arrasadora.  Bajarse en una estación equivocada y sin dinero chileno para cargar la tarjeta me puso los pelos de punta. El guardia de seguridad expresó:  “Se confundieron de estación y deben pagar otro boleto” Mi rostro atónito. Explico la situación y luego de una sonrisa tímida nuestro guardia abre el molinete y nos indica bajar por el ascensor para tomar nuevamente el tren. ¿Ángel guardián?  Respiro sin perder la calma.